A 49 años de distancia, se sigue exigiendo castigo para los responsables de las masacres del 1o. De Mayo de 1973
El 1° de mayo de 1973, es una fecha fatídica para la memoria de Puebla. Ese día, so pretexto de castigar a un grupo de activistas que repartían volantes durante el desfile del Día Internacional del Trabajo, que se realizaba sobre la avenida 25 poniente-oriente, el gobierno que encabezaba el priista Gonzalo Bautista O’Farrill montó un operativo de policías y mercenarios equipados con armas de alto poder para disparar contra los ocupantes del edificio Carolino de la Universidad Autónoma de Puebla.
Todo fue fríamente calculado: con rifles y metralletas de asalto equipados con miras telescópicas, decenas de policías y pistoleros al servicio del Gobierno del Estado se ubicaron de antemano en los edificios más altos aledaños al entonces edificio central universitario: así, los asesinos se apostaron en la torre norte de la Catedral de Puebla; en las azoteas del Ayuntamiento de la capital poblana y del edificio del Gobierno de Estado, ubicado entonces en la calle 2 norte, contra esquina del Zócalo capitalino; en lo alto de lo que en ese entonces era la terminal de Autobuses de Oriente (ADO), ubicada en la avenida Maximino Ávila Camacho (Hoy Juan de Palafox y Mendoza) esquina con la calle 6 sur; así como en otros edificios cercanos que sobrepasan en altura al Carolino.
Incluso se detectaron disparos que provenían desde el rumbo de Analco, sin lograr precisar exactamente la edificación de la que provenían. Fueron cuatro los universitarios que perdieron la vida en el interior del Carolino: el profesor Alfonso Calderón Moreno y los estudiantes José Norberto Suárez Lara, Víctor Manuel Medina Cuevas y Enrique González Romano.A estas cuatro víctimas hay que agregar otras tres que fallecieron en días posteriores y cuyos nombres han sido omitidos por la historia. Aunque algunos de los agresores físicos fueron plenamente identificados por las fotografías publicadas por la prensa local, nadie fue consignado en su momento y, después de que han transcurrido 49 años, nadie ha sido castigado.
Pero, más allá de los autores materiales, entre los que se encuentran conocidos sicarios como Andrés Che Sin y otros de la misma ralea, los responsables intelectuales fueron el propio gobernador del estado, Gonzalo Bautista y sus corifeos de la derecha ultraconservadora poblana, quienes tenían declarada una guerra contra del Movimiento de Reforma Universitaria y sus dirigentes.
Así, la masacre del 1° de mayo de 1973 fue precedida por los arteros asesinatos del arquitecto Joel Arriaga Navarro, ocurrido el 20 de julio de 1972, cuando transitaba en la 24 sur y la avenida 2 oriente, y el del ingeniero Enrique Cabrera Barroso, ocurrido a las puertas de su casa, el 20 de diciembre de ese mismo año.
Los integrantes de todas las organizaciones sociales y ciudadanas de izquierda nos sumamos en la exigencia al gobierno estatal para que reabra las investigaciones acerca de estos arteros crímenes; a las autoridades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla les invitamos a que se sumen a esta exigencia y reivindiquen la memoria de estos universitarios que supieron ser también luchadores sociales; a los partidos políticos progresistas para que incorporen a sus plataformas de reivindicaciones históricas la exigencia del esclarecimiento de estos asesinatos.
Mientras esto no ocurra, seguirá abierta la herida en la memoria de los poblanos que recordamos a los héroes que entregaron la vida al luchar por una Patria mejor para todos los mexicanos, en general, y poblanos, en particular.
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